(Foto: Presidencia)
(Foto: Presidencia)

El cuento del humilde maestro de Chota ha quedado totalmente desvirtuado. Resulta que hacía tiempo Castillo había dejado de enseñar para dedicarse a tiempo completo –y con sueldo pagado por el Estado– al sindicalismo radical y a la política activa.

El hecho es que con tantas falsedades de por medio la “palabra de maestro” ha quedado hecha añicos; y la figura del presidente campesino, humilde y provinciano resultó ser un descarado montaje teatral. Un show montado exprofesamente para esconder una gran mañosería, propia de un tipo muy corrupto y cínico.

Su silencio frente a tantos ampayes, lo delata. Reuniones nocturnas con gente de mal vivir, miles de dólares en efectivo escondidos en un baño de Palacio de Gobierno, bolsas que entran llenas y salen vacías de la casa del Pasaje Sarratea en Breña, mensajes descaradamente comprometedores desde su WhatsApp personal, reuniones palaciegas con proveedores del Estado que luego ganan millonarias licitaciones como únicos postores, adulteraciones del registro de visitas a Palacio de Gobierno.

Eso –y mucho más– en cuanto a delitos flagrantes cometidos por el presidente Castillo. Pero igual de grave –o peor– es el desgobierno y caos que reina en todos los ámbitos de la vida de los peruanos: carreteras bloqueadas; equipos y vehículos quemados; instalaciones productivas destrozadas; narcotraficantes, terroristas y gente mafiosa ocupando altos cargos gubernamentales; delincuencia y criminalidad desbocadas. ¿Y el Gobierno? No pasa nada. ¿Y el presidente Castillo? No se oye padre.

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El hecho es que las repercusiones económicas de tanta podredumbre palaciega son como son: desempleo e informalidad crecientes, quiebra de miles de micro y pequeñas empresas, caída estrepitosa del valor bursátil de las empresas peruanas, degradación de la calificación crediticia internacional del país, fuga de capitales y talentos.

Así están las cosas. Y ojo, ¡vamos de mal en peor! ¿Qué hacer? Pues tomar al toro por las astas. Comprarnos el pleito de la vacancia presidencial. No queda otra. Actuar como corresponde ante la podredumbre moral del presidente Castillo. Apoyemos masivamente al Congreso de la República, a la Procuraduría General del Estado, al Ministerio Público, a las Fuerzas Armadas y Policiales, y a aquellos periodistas y ciudadanos valientes que están en la línea de la vacancia presidencial, para que procedan en tal sentido.

No seamos ingenuos. El problema del presidente Castillo no es social, racial o cultural. Su problema es moral.

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