Dina Boluarte en el Congreso el pasado 28 de julio (Foto: Presidencia)
Dina Boluarte en el Congreso el pasado 28 de julio (Foto: Presidencia)

La última encuesta del Instituto de Estudios Peruanos sobre autopercepción política, publicada esta semana trae resultados interesantes. Utilizando una escala donde 1 es izquierda y 10 derecha, se agrupan luego en 5 grupos: izquierda (1-2), centroizquierda (3-4), centro (5-6), centroderecha (7-8) y derecha (9-10), se llega a la conclusión de que estamos más polarizados que hace dos años. Quienes se consideran de izquierda han aumentado de 13% a 19% entre octubre 2021 y 2023 y quienes se consideran de derecha han aumentado de 15% a 21% en ese lapso. El grupo que se considera de centroizquierda se mantiene en 11% en ambos años, mientras que la centroderecha se reduce de 20% a 15%, mientras que el centro baja de 41% a 34%.

Si se agregan derecha y centroderecha se llega a 36% versus 35% hace dos años, casi lo mismo. Pero izquierda y centroizquierda suman 30%, versus 24% hace dos años, que se explica porque se reduce el centro. En cambio, derecha y centroderecha casi no crecen, pero la derecha sí le quita 5% a la centroderecha. Ahora, si uno pregunta qué es derecha o izquierda, sale cualquier cosa y un sólido 36% de no sabe / no precisa.

Ojo, octubre 2021 es el pleno despliegue de Pedro Castillo y Guido Bellido, mientras que octubre 2023 es la impopularidad de la presidenta Boluarte, el premier Otárola y el Congreso y la recesión. Se viene El Niño y sus nefastos efectos. Hasta ahora, la película que estamos viviendo y la narrativa política parecería hacer crecer a la izquierda a costa del centro y a la derecha a costa de la centroderecha. No le veo lado bueno.

Coincido con Enrique Castillo cuando cuestiona el papel que ha cumplido lo que se puede identificar como derecha o centroderecha en el Perú y hace ver el riesgo que ello genera para la próxima elección, donde se tendrá mucho más presente los pasivos de Boluarte que la corrupción de Castillo.

En esta columna ya he hecho la reflexión, por puro disfrute de la ciencia ficción, de que Boluarte solo podría recuperar poder si estuviera dispuesta a renunciar, porque ahí el Congreso le acepta todo con tal de no convocar elecciones generales. Siguiendo esa fantasía (con soundtrack “yo quiero mi curul”), podría hasta honrar su palabra de que se requiere reformas y colgarse de los compromisos asumidos ante la OCDE, que finalmente son compromisos de Estado, y priorizar algunos que permitan que su gobierno no se reduzca a lo que es hoy, claramente, mejor que el de Castillo pero también insuficiente para sostener mínimos de aprobación. Lo paradójico es que sería hasta en su propio interés, porque si se sacrifica por al menos algunas reformas, tendrá ella y el premier Otárola posibilidad de salir mejor librados de los procesos judiciales internacionales que sin duda ocurrirán por los peruanos que murieron en las protestas. En fin, de nuevo a la realidad.

El Congreso, en actitud spondilosa (algún término hay que inventar), ha convocado para el miércoles 8 a reunión de Pleno para votar la acusación constitucional contra la Junta Nacional de Justicia. Elena Conterno publicó en Gestión hace unos días un artículo clarísimo. Resumo: si este Congreso destituye miembros de la Junta, establece el precedente de que puede definir falta grave como le provoca, cuando hay muy sólidos argumentos para descartar que las imputaciones realizadas puedan ser calificadas ex post como falta grave, mañana podrá hacer lo mismo con los directores del BCR, incluido su presidente. Quienes se quejan de que la vacancia por incapacidad moral es demasiado vaga y se presta para cualquier interpretación, podrían recordar que a Fujimori se le pudo destituir por abandono, causal perfectamente tipificada en la Constitución, pero se prefirió hacerlo por incapacidad moral, incluso con menos votos que los dos tercios que hoy se exigen. De esa interpretación, insuficientemente meditada sobre el precedente que sentaba, ha surgido luego el récord mundial de presidencias cortas que ostentamos. Cuando alguien dice que solo bastan los votos, está diciendo también que los motivos se amasan como plastilina, eso no se puede llamar derecho.

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