Exageradamente cuestionado, Salas dejó de ser técnico de Alianza tras el empate en Matute.
Exageradamente cuestionado, Salas dejó de ser técnico de Alianza tras el empate en Matute.

No por ser Clásico es garantía de ser bueno. El partido con más trascendencia del fútbol peruano no brillo a la altura de lo esperado. Fue enredado y trabado, con poca fluidez y profundidad. Más diagramado en los bancos para destruir por no saber crear. ¿Y el gol? Ese era un lujo que a este cotejo era mucho pedirle. Cero para los dos.

Alianza Lima, actuando en Matute -con tres puntos por debajo de Universitario, el rival histórico y uno de los líderes del torneo-, estaba con mayor necesidad de triunfo. Pero una cosa es pretenderlo y otra saber cómo hacerlo. Reaparecía Sabbag, pero sin gol; insistieron con Cueva, que no es ni la sombra de aquel gran jugador que fue en la selección con Gareca, muy resistido por su propia hinchada al ver su poco aporte y mucha indisciplina. Todo, sumado a los lesionados que conforman la clínica aliancista. Encima, con un técnico exageradamente cuestionado, que salía a dirigir con la soga al cuello en un ambiente afiebrado, a pesar que hace poco lo sacó Campeón del Apertura 2023 y antes Campeón Nacional 2022, que sólo había perdido un cotejo, de cinco, en este Clausura. Así las cosas, en tienda Intima, donde cunde la desesperación, decidieron despedir a “Chicho” Salas y buscarle reemplazo de inmediato.

En la ¨U¨ tampoco se notó un gran juego ni despliegue que haga pensar que merecieron el triunfo; reapareció su goleador Valera, aquel que perjudicó en la Sudamericana a su propio club, al propiciar nuevamente otra irresponsable expulsión. Pero en el plantel ¨Crema¨ parece que todo sigue igual. Los fantasmas que suelen ver en las decisiones arbitrales, no los perjudican solo a ellos; si ven fantasmas, estos están en casi todos lados y perjudican mucho más a otros y no necesariamente a los estudiantiles.

Asimismo, la Liga 1, se debate entre los problemas de las malas programaciones, de los malos arbitrajes, de la precariedad económica de algunos equipos, pero en forma escandalosa, del lío de las transmisiones; hoy hasta el público que paga por ver –porque el que no paga, hace rato que no ve-, está más perdido que una foca en el desierto. Muchas empresas de cable y ninguna a la vez, pueden asegurar la transmisión de todos los partidos del campeonato cada fin de semana. Ver un cotejo de fútbol por televisión es casi sacarse una lotería.