“Decir que nuestros hijos han perdido el año escolar por todo lo anterior es desmerecer el trabajo de miles de profesores que han realizado una tarea admirable para reinventarse y enseñar de una manera diferente”. (Foto: GEC)
“Decir que nuestros hijos han perdido el año escolar por todo lo anterior es desmerecer el trabajo de miles de profesores que han realizado una tarea admirable para reinventarse y enseñar de una manera diferente”. (Foto: GEC)

Esta semana hemos visto por las redes un sinnúmero de padres de familia reclamando la vuelta a la escuela presencial. También soy padre de dos menores y he vivido en carne propia todo lo que los niños y adolescentes se han perdido en estos ya casi 2 años escolares. Estrés, aprendizaje disminuido a través de lo virtual, adicción a las pantallas, y una serie de consecuencias emocionales. ¡Los chicos extrañan a sus amigos!

En consulta vemos a muchos padres de familia sufriendo, porque se han perdido los límites, la casa se ha vuelto oficina y centro educativo además de hogar, y esto ha traído divorcios, peleas, tensión. Algunos chicos sufren porque los obligan a prender la cámara (con la buena intención de que aprendan y no se distraigan) pero se sienten incómodos, invadidos. “No es lo mismo estar en el aula con tu profesor y compañeros que tener una cámara a 10 centímetros de tu cara” me dicen algunos colegiales. Los universitarios han perdido mucho también, no están viviendo “la experiencia universitaria” que va mucho más allá del conocimiento teórico. Como docente observo que la mayoría no prende sus cámaras ( a ellos sí se les permite) con lo cual caen en un serio “multitasking” y definitivamente no aprenden igual. Siempre hay excepciones y algunos se han beneficiado de la educación virtual y lo llevan satisfactoriamente.

Ahora bien, decir que nuestros hijos han perdido el año escolar por todo lo anterior es desmerecer el trabajo de miles de profesores que han realizado una tarea admirable para reinventarse y enseñar de una manera diferente. Tampoco es saludable para nuestros hijos escuchar de nosotros que “han sido dos años perdidos” porque eso implicaría desmerecer su esfuerzo y todos los aprendizajes que SÍ han tenido. De las crisis surgen oportunidades y sentido, y esta no ha sido la excepción. Ha habido un costo emocional sin duda, y también de aprendizaje a nivel académico, pero todos en la familia hemos aprendido sobre resiliencia, creatividad, trabajo en equipo, resolución de conflictos, solidaridad, y hemos extrañado tanto a los amigos que ahora los valoramos más. Finalmente, hemos tenido más tiempo para estar juntos, tiempo que intuyo cuando vuelva la “normalidad” echaremos de menos y recordaremos como una experiencia valiosa.

TAGS RELACIONADOS