Durante los últimos meses, la actividad económica ha mostrado un desempeño mejor que el previsto en julio, lo que ha llevado a una revisión al alza en las proyecciones de crecimiento para 2021. Esta evolución es destacable, dado el lastre generado por el ruido político, y se explicaría, principalmente, por tres factores.
El primero, la temida “tercera ola” del COVID-19, que se preveía para agosto o septiembre, no se materializó y el proceso de vacunación ha progresado. Esto ha permitido elevar los aforos en actividades cuya recuperación venía rezagada e inducido una mayor confianza para movilizarse y gastar. Un segundo factor han sido las medidas de estímulo fiscal y monetario que han dado soporte a grupos vulnerables de la población y a ciertos sectores que han liderado la recuperación, compensando la debilidad de otros que se han visto más afectados por las restricciones sanitarias. Finalmente, las medidas que han dado liquidez a las familias (retiros de depósitos de AFP y CTS) también han ayudado a sostener el gasto privado.
Hacia adelante, el escenario será más complicado para la actividad económica. Por el lado internacional, la moderación del crecimiento mundial y los procesos de ajuste monetario ralentizarán la demanda externa y endurecerán las condiciones de financiamiento para las economías emergentes en los mercados globales. Localmente, el Banco Central ya empezó a moderar el estímulo monetario y el espacio fiscal para mantener una política expansiva es mucho menor ahora. Asimismo, los ahorros privados se han reducido y no se puede descartar una nueva ola de contagios.
Por último, las persistentes tensiones políticas, el deterioro de las confianzas y políticas públicas de baja calidad pueden lastrar el dinamismo de la economía y convertir el 2022 en un año económicamente decepcionante.
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