Casi siempre, los peruanos quedamos desencantados luego de una elección porque las autoridades elegidas no resuelven los problemas que afectan nuestra vida diaria, señala el columnista.
Casi siempre, los peruanos quedamos desencantados luego de una elección porque las autoridades elegidas no resuelven los problemas que afectan nuestra vida diaria, señala el columnista.

En Perú 2011-2022: Economía, política y sociedad, Carlos Parodi nos recuerda que la política importa mucho para la economía. La inestabilidad política eleva la incertidumbre, lo que hace más difícil tomar decisiones para invertir, crear empleo o consumir.

Casi siempre, los peruanos quedamos desencantados luego de una elección porque las autoridades elegidas no resuelven los problemas que afectan nuestra vida diaria. Además, a pesar de la abundante evidencia que existe sobre el impacto positivo que tienen para el bienestar social algunas políticas (estabilidad macroeconómica, mercados competitivos, libre comercio, protección de los derechos de propiedad, regulación para eliminar fallas de mercado, etc.), terminamos eligiendo opciones que, sin mayor base, las cuestionan.

¿Por qué elegimos mal? ¿Por qué no profundizamos políticas que han llevado a la prosperidad a otras naciones? Seguramente, expertos en ciencias políticas tienen mucho que decir aquí. Pero la economía política, el uso de herramientas de la economía en el análisis político, también puede aportar en esta explicación.

En particular, consideremos los incentivos en los procesos políticos. Existen diversas razones por las que el interés de políticos y electores puede colisionar con el social. Por ejemplo, los votantes pueden decidir ser “racionalmente ignorantes” sobre las propuestas electorales. ¿Para qué invertir tiempo en estudiar la consistencia de planes de gobierno, iniciativas de políticas, si no se percibe un retorno concreto? Además, es poco probable que el voto de una persona cambie el resultado electoral. Analizar las propuestas de los candidatos no tiene sentido porque el resultado está determinado por lo que otros hagan. Entonces, tenemos electores poco informados, o lo que es peor, desinformados, que toman decisiones sobre la base de información de baja calidad o poco confiable. La “ignorancia racional” también implica que grupos de interés pueden dominar partes del proceso político. Al concentrar los beneficios en grupos de interés y en situaciones en las que los costos son difusos, los políticos pueden conseguir apoyo, aunque sus políticas generen más costos que beneficios.

Por eso es importante contrarrestar la desinformación que promueve ideas falsas pero fáciles de vender. A manera de conclusión, como bien menciona Parodi: “Siempre que escuchemos propuestas, debemos hacernos tres preguntas: ¿quién paga?, ¿cuáles son los efectos no visibles de cada decisión?, y ¿sobre la base de qué evidencia se ha tomado la decisión?”.