“Ojalá todo pase rápido y podamos enfocarnos en lo realmente importante, que no es elegir al siguiente presidente, sino en prepararnos para el 2023″.  (Foto: GEC)
“Ojalá todo pase rápido y podamos enfocarnos en lo realmente importante, que no es elegir al siguiente presidente, sino en prepararnos para el 2023″. (Foto: GEC)

Mañana se cumple el primer año de gobierno de Pedro Castillo, pero se siente como si hubiera pasado un quinquenio entero. Los excesivos indicios de corrupción, la degradación en la calidad de servicios públicos, la invasión al Estado de gente incapaz, han agotado la paciencia de los peruanos.

A esto se suma el hecho de que todos estamos peor que hace 364 días: el pollo está 66% más caro, la harina de trigo 53%, el aceite 20% (SISAP), los combustibles un 40% (BCRP), cada vez es más difícil conseguir un trabajo (IPSOS) y las cuotas de todo tipo de deuda se empezarán a disparar.

Es obvio que todo lo anterior no se le puede achacar a la pésima gestión del aún presidente Castillo, porque gran parte corresponde a las actuales y peligrosas dinámicas de la economía global. Como la crisis alimentaria por la escasez de fertilizantes, cuyos precios no remitirán hasta el 2024 –por lo menos– (FMI) o la crisis energética alertada por la OPEP y la IEA.

Sin embargo, es responsabilidad directa del chotano, y de todos sus aliados, hundir al aparato estatal en el foso más oscuro de la inoperancia y, en consecuencia, dejar al país entero en situación de vulnerabilidad ante la que será, con toda seguridad, una de las peores crisis económicas internacionales de la historia. Hay poquísimos precedentes de situaciones similares en el pasado.

En el mensaje a la nación de mañana, debemos esperar el último espasmo populista del improvisado que llegó al poder por puro capricho de un sector de la sociedad, antes de que sea removido. Ojalá todo pase rápido y podamos enfocarnos en lo realmente importante, que no es elegir al siguiente presidente, sino en prepararnos para el 2023.

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