"Lo cierto es que no será posible saber con facilidad cuál ha sido en nuestra historia el día más peligroso para nuestra democracia o en cuántos tramos de nuestra historia hemos estado a milímetros del abismo".
"Lo cierto es que no será posible saber con facilidad cuál ha sido en nuestra historia el día más peligroso para nuestra democracia o en cuántos tramos de nuestra historia hemos estado a milímetros del abismo".

El 26 de septiembre de 1983 fue uno de los días más peligrosos de la historia de la humanidad. Estuvimos muy cerca de que se desencadenara una guerra nuclear que habría significado la desaparición de cientos de millones de personas. Sin embargo, algunos nunca nos enteramos del peligro al que estuvimos expuestos.

Stanislav Petrov fue el oficial del Ejército soviético que se encontraba en el puesto de vigilancia que recibió la señal del sistema de alerta temprana soviético que indicaba que los Estados Unidos había lanzado varios misiles nucleares hacia la Unión Soviética. Petrov, que estaba encargado de reportar a su comando las incidencias del sistema de alerta temprana, bajo una inmensa presión, confiando más en su intuición y juicio experto que en los protocolos, juzgó que un ataque masivo era muy poco probable y que la detección podría ser un error del sistema y, por lo tanto, no transmitió la señal de alarma. De esta manera, evitó que se genere una escalada que habría llevado a la humanidad hacia una guerra nuclear. Con el tiempo, se confirmó que esa alerta se generó por un error de diseño, por una combinación de factores técnicos y de interpretación de datos que no tomaban en cuenta fenómenos climáticos. Petrov salvó al mundo de una guerra nuclear.

Así como Petrov, hay muchos otros héroes que no conocemos porque las acciones de prevención, o las que logran evitar grandes problemas, son más bien discretas y silenciosas. Lo evidente siempre es el daño; por eso, cuando el daño no se materializa, es muy difícil reconocer el valor de la prevención y, cuando el daño se materializa, es muy fácil ver el valor del control de daños. Basta pensar en el incendio que no ocurrió porque el comerciante decidió no vender ni almacenar pirotécnicos, en donde no tuvieron que ir los bomberos, en donde no tuvieron que rescatar a nadie versus la imagen del incendio en el almacén clandestino de fuegos artificiales, en donde los bomberos, arriesgando sus propias vidas, rescatan a las personas de las llamas. Dos tipos distintos de heroísmo, ambos muy necesarios.

Asimismo, la guerra que no ocurrió, la crisis que se evitó, el ataque masivo que se desarticuló en el origen, la destrucción del aparato del Estado que se impidió, la regulación que destruye instituciones que no se promulgó o el golpe de Estado que no prosperó son otros ejemplos en los que seguramente tenemos héroes que no podremos conocer. Lo cierto es que no será posible saber con facilidad cuál ha sido en nuestra historia el día más peligroso para nuestra democracia o en cuántos tramos de nuestra historia hemos estado a milímetros del abismo.