. | Imagen referencial: Praveen Thirumurugan / Unsplash
. | Imagen referencial: Praveen Thirumurugan / Unsplash

Una leyenda muy conocida es la del sabio Sissa ben Dahir, quien crea el ajedrez para distracción de su soberano. Cuando el rey quiere recompensarlo, Sissa le pide algo muy simple: un grano de trigo en la primera casilla del tablero de ajedrez, dos granos en la segunda, cuatro granos en la tercera, ocho en la cuarta y así sucesivamente, doblando la cantidad de granos en cada casilla hasta la última. Al rey le pareció una ganga y ordenó que se procediera al pago de inmediato. Sin embargo, terminó descubriendo lo poco intuitivas que son las relaciones exponenciales: la cantidad de trigo necesaria para cumplir con el pago es una cantidad inimaginable, imposible de lograr, ni con todas las cosechas de trigo actuales durante más de mil años. Igual de poco intuitivo es aquel ejercicio mental de imaginar un papel doblado 42 veces que generaría un bloque de papel que llegaría hasta la Luna; una doblada más y se cubre el trayecto de ida y vuelta.

Pensar en términos de relaciones exponenciales es difícil por varias razones. Nuestra tendencia a pensar linealmente proviene de estar acostumbrados a ver que las cosas crecen de manera predecible y que mantienen proporciones constantes. Pensemos en nuestros movimientos; las distancias que caminamos guardan proporcionalidad con el tiempo que caminamos. Tanto es así que intercambiamos medidas de distancia con medidas de tiempo. Decimos “el aeropuerto queda a una hora de aquí” o “mi madre vive a 5 minutos de mi casa”. Sucede que nuestra experiencia cotidiana rara vez tiene que ver con relaciones exponenciales en las que pequeñas cantidades crecen sin límite y con rapidez. También es cierto que localmente, en el muy corto plazo, las relaciones lineales y las exponenciales son muy parecidas. Eso hace que no estemos muy bien equipados para imaginar los números descomunales a los que se llega con facilidad cuando jugamos con relaciones exponenciales durante suficiente tiempo.

En finanzas es ineludible lidiar con relaciones exponenciales. Por ejemplo, tomar un préstamo de 100 soles para pagar 101 soles mañana nos parece muy aceptable, pero, si supiéramos que la tasa anualizada de ese préstamo es de alrededor de 3,500 por ciento, nos parecería una locura. Es la misma transacción, todo igual, excepto como la pensamos. Pensar en tasas efectivas es una forma de comparar alternativas de distintos plazos y frecuencias, pero es una guía poco usada para decidir porque implica hacer un esfuerzo adicional para hacerla concreta. Para decidir es mucho más sencillo pensar en la capacidad que tenemos de pagar las cuotas que pensar en tasas.

La educación financiera es vital para ejercer nuestra ciudadanía, especialmente para generar mayor transparencia, mejores decisiones y, por ende, mayor competencia. Es crucial para nuestro bienestar adecuar mejor nuestras decisiones a nuestras formas de ver el mundo. Por todo ello, nuestro compromiso con la educación financiera debe ser el más firme posible.

TAGS RELACIONADOS