(Foto: Renzo Salazar / @photo.gec)
(Foto: Renzo Salazar / @photo.gec)

Lo que empezó como un reclamo legítimo de Fuerza Popular sobre el pedido de nulidad de un número importante de actas electorales, ya se ha convertido en una peligrosa operación que va mucho más allá de buscar la “verdad” sobre esas actas.

Este desmadre electoral ya rebasó totalmente a Keiko Fujimori y su gente, para transformarse en un maquinaria engrasada desde los sectores más conservadores y ultras de la derecha peruana que busca evitar que Pedro Castillo sea presidente o que su gobierno sea lo más corto posible.

Con las investigaciones de diferentes medios el “fraude en mesa” se ha ido desinflando como una agujereada llanta de combi pirata. Además, el fujimorismo presentó pedidos de nulidad en 37 de los 60 Jurados Electorales Especiales que hay en todo el país y todos fueron declarados improcedentes, muchos de ellos por extemporáneos. ¿Esto quiere decir que los 111 integrantes de esos jurados fueron llevados de la nariz por Vladimir Cerrón para ser parte de un fraude a favor de Perú Libre?

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La denuncia del fujimorismo se fue diluyendo con la misma velocidad con que aparecía otra estrategia destinada a prolongar, o en el mejor de los casos evitar, la proclamación de Pedro Castillo. Me atrevería a decir, con riesgo al apanado, que hasta la propia Keiko Fujimori es ahora una tonta útil de este poder fáctico que irresponsablemente va construyendo la destrucción de las instituciones democráticas. La “declinación” de Luis Arce al JNE es la última y escandalosa movida.

Si el candidato del lápiz es presidente, el objetivo Castillo se trasladará al Congreso y, en el peor de los casos, a los cuarteles. ”La derecha todavía tiene mucho poder en este país y no va a permitir que Pedro Castillo sea presidente”, me dijo un día mi padre con la sapiencia de sus cercanos 90 años. Lo dudo, pero espero que no tenga razón.

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