Seamos serios

El encuentro del sábado último en Chota no fue un debate, fue un hecho inédito en la historia electoral peruana. Por primera vez vimos a dos candidatos presidenciales hacer un mitin al mismo tiempo y en la misma plaza pública. No se debatió ni se confrontó ideas ni propuestas. Fue un recital de ofrecimientos populistas, muchos de ellos sin posibilidad de cumplirse y sacados a última hora de abajo de la manga.

El país está en una grave crisis sanitaria, económica, moral y con una cada vez más creciente brecha de desigualdad social. Transitamos dentro de un modelo al que si no se le hacen reformas urgentes será inviable dentro de pocos años, y el salto al vacío de nuestra precaria democracia será inevitable.

Pero el sábado solo fuimos preocupados testigos del festival de quien compra más vacunas, del “plata como cancha” como si la alcancía del Estado estuviera rebosante para repartir billete y Palacio de Gobierno fuera el set de Trampolín a la Fama, y del “quien da más” como si, martillero de por medio, el sillón de Pizarro estuviera en juego en un remate público.

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Es cierto que la historia nos dice que las elecciones no se ganan con sesudas disquisiciones sobre la viabilidad o no de un país, y que la promesa efectista y el gesto oportuno deciden muchos votos.

En un Perú en cuidados intensivos, sin embargo, no podemos asistir de brazos cruzados a una campaña como si estuviéramos en un país inmunizado. Keiko Fujimori y Pedro Castillo están en la obligación de decirnos cómo van a hacer para que el Perú sea viable en los próximos años dentro de un sistema con absolutas libertades democráticas y respeto a las instituciones. Sobre todo porque el autoritarismo del fujimorismo y el chavismo de Perú Libre no son sus mejores cartas de presentación.

Candidata y candidato seamos serios. En esta elección nos jugamos mucho más que una buena pulla en una plaza pública.

Lea mañana a: Álvaro Henzler

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