(Foto: ANDINA)
(Foto: ANDINA)

Una victoria electoral ajustada, una mayoría congresal hostil, dificultad para aceptar la derrota e impericia para ejercer el poder constituyeron los principales ingredientes de una crisis política que nos persigue desde 2016 y no se resuelve hasta hoy.

Las famosas cuerdas separadas con las que se hablaba del curioso fenómeno que ocurría en el Perú, referido a que el caos político aparentemente no mermaba el desempeño económico, llegó a su fin cuando se nos sumaron dos hecatombes: la pandemia del COVID-19 y la elección de Pedro Castillo.

El constante deterioro de la confianza en el país se tradujo en una continua desaceleración en la inversión privada y, con ello, del crecimiento de la economía. Nunca llegamos a recuperarnos realmente del golpe de la pandemia. En 2019, el PBI fue de S/546,605 millones y en 2021 fue de S/551,714 mllns., es decir, apenas 0.82% más, que en términos per cápita es un retroceso de 1.82% (de S/17,012 en 2019 a S/16,701 en 2021). Si bien, en términos gruesos, el empleo se recuperó, lo hizo más precarizado, con más informalidad y menores ingresos; es decir, la masa salarial nunca se llegó a recuperar.

El caótico, incompetente y corrupto gobierno de Pedro Castillo se estrenó con una brutal fuga de dólares y acabó con un efímero golpe de Estado, parálisis, incertidumbre y temor en la economía en el ínterin.

Dina Boluarte, la compañera de plancha presidencial y relevo constitucional del golpista fugaz, lejos de aquietar las aguas y promover la estabilidad política, ha creado un ambiente de crispación y hostilidad enorme, ayudada y potenciada por una inverosímil alianza congresal, miope ante el drama nacional y decidida en defender su agenda de impunidad y continuidad cueste lo que cueste.

Es en este contexto que desde el MEF ensayan todo tipo de planes y estrategias para reactivar nuestra alicaída economía. Primero, fue Con Punche; ahora la “bala de plata” que nos sacará de la recesión es “Unidos”. Si bien se reconoce el esfuerzo por encontrar nombres esperanzadores, la realidad es que el ambicioso programa de reactivación se basa en un impulso fiscal, temporal y limitado, y en resolver la desconfianza y maraña normativa, flagelo atemporal e ilimitado que padecemos hace muchos años.

La solución a la crisis económica pasa primero por solucionar la crisis política, antiguas cuerdas paralelas, que hoy se han unido. Esto ocurrirá durante este gobierno, si es que el Ejecutivo y Congreso pueden dar muestras de estabilidad y confianza hacia afuera y buscar la unidad y reconciliación nacional, algo que creo que es altamente improbable.

Así las cosas, me temo que tendremos que convivir con la contracción económica y crispación política y social hasta que el pueblo se exprese nuevamente en las urnas, entregando un renovado mandato popular a un gobierno nuevo, que esperemos que sepa encontrar el camino del crecimiento económico, basado en la economía social de mercado, sin privilegios y con inclusión.

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