El periplo de la presidenta Dina Boluarte y la comitiva que la acompañó nos habría costado a todos los peruanos la friolera suma de un millón de soles, según la proyección de los gastos de viaje con el avión presidencial. En un país con tantas necesidades y carencias, es un gasto oneroso e insulso que causa molestia e indignación. Ahora, poniendo en el tapete y valorando la importancia de un viaje a Europa, para que solo te reciba un alcalde de una ciudad de Alemania, una reunión con empresarios y una foto con el Papa, es evidentemente un despropósito y un despilfarro de dinero público, que va a tener consecuencias sobre todo en la imagen de informalidad y debilidad que ha proyectado la Presidencia, ante este papelón internacional. Aquí la responsabilidad recae en la organización del viaje oficial, que está a cargo de la Cancillería, que debió haber organizado una agenda de reuniones para que la presidenta se reúna con sus pares, por lo menos, y respecto a la visita al Vaticano debieron haber evaluado si el Papa iba a atender a la presidenta o solo se trataría de una foto protocolar; toda una negligencia de la canciller. Si el objetivo era recuperar en algo la alicaída imagen internacional de la presidenta Boluarte, no solo no lo han logrado, sino que, al contrario, se ha generado una impresión de una percepción negativa de la comunidad internacional con la presidenta, porque parecería que nadie quiere recibirla. Es evidente que la imagen internacional de la presidenta Boluarte está cuestionada por la conflictividad social y el costo de vidas humanas durante la transición de poder. Se percibe que nunca pudo gestionar la problemática y menos aún la narrativa que debió liderar Torre Tagle y haber manejado con más tino y prudencia para el esclarecimiento de los posibles casos de violación a los DD.HH. Este viaje a Europa le va a costar al gobierno, porque ni siquiera actuaron con diligencia para repatriar a nuestros connacionales de Israel; además, ya tiene en marcha una moción de vacancia por infracción constitucional, por realizar el viaje acogiéndose a una ley del Congreso. Súmenle que está tocando fondo en su aprobación nacional y ahora su alicaída imagen internacional genera una mayor precariedad para sostener su gobierno. A estas alturas ya debió haber removido a la canciller Gervasi y en realidad debería remover a todo su gabinete de ministros, para tener algo de oxígeno, porque así no llega a 2026.