La vida en común con Picasso le impidió desarrollarse plenamente, señala la columnista. (Foto: GEC)
La vida en común con Picasso le impidió desarrollarse plenamente, señala la columnista. (Foto: GEC)

Dice Françoise Gilot, en el excelente documental Pablo Picasso & Françoise Gilot la mujer que dice no, que fue la séptima mujer de Picasso. En mis cuentas, la sexta (de ocho).

Pese a su juventud, Françoise, pintora también, quiso marcar su propio espacio desde el inicio de su relación amorosa. No era fácil con un hombre como Picasso. Era un dios, recuerda, a quien nadie se resistía. Salvo ella, “la mujer que dice no”. Una pintora incipiente devota de la paleta de Matisse. La vida en común con Picasso le impidió desarrollarse plenamente. Pero no que pintara interesantes cuadros, muchos de ellos reflejo del ambiente familiar sofocante. Fue pintando a un Picasso con rasgos cada vez más duros y agresivos. El remate lo fue aquel donde él aparece tapándole la boca. Y otro en el que pinta a su hijo escribiendo: “Libertè”. Califica a Picasso de manipulador y autócrata. También de seductor. Tras 10 años de (dura) convivencia lo dejó. Picasso no lo aceptó. Y mucho menos, que escribiera desde Estados Unidos “Vida con Picasso”. Movió cielo y tierra para impedir su publicación. Más de 80 personalidades de la pintura y literatura supuestamente defensores a ultranza de la libertad de expresión, firmaron un escrito a favor de él y contra Gilot. Ella siguió adelante, a sabiendas de que se avecinaba su excomunión artística. Mientras Dora Maar, otra de las amantes de Picasso, se convertía en la heroína de los surrealistas, a Françoise solo le quedó el refugio de la pintura, pero en Estados Unidos.

Françoise vive. Tiene 102 años. Paradójicamente resucitó de la muerte civil, a la que fue condenada. Venció al genio. Y su pintura y su vida parece que empiezan a ser comprendidas y apreciadas por los franceses.