En la novela Entrevista con el vampiro (1976), su autora Ana Rice entrega al mundo una nueva y original mirada de ese mítico ser mitad bestia - mitad humano. La obra —un bestseller que se convirtió en película y luego en serie de televisión— desmitifica al vampiro draculino y lo muestra más cercano a las contrariedades y dilemas humanos. A su turno, Entrevista con el lagarto (2024), la más reciente obra del peruano-coreano Armando Lee Oh, no solo parafrasea el nombre de la novela de Rice, sino que también muestra una novedosa manera de entender a un ejemplar de nuestra “fauna político-reptiliana”, en este caso al expresidente Martín Vizcarra. Si Rice logra equiparar en el vampiro lo humano y lo bestia; Lee Oh, por el contrario, retrata el lado más bestial del lagarto moqueguano.

A lo largo de sus 245 páginas, el libro intercala una extensa entrevista a Vizcarra con la reconstrucción detallada de hechos ligados a su trayectoria —o prontuario, según como se le quiera ver—, y todo ello salpimentado con la opinión crítica que el autor tiene respecto al expresidente y que claramente no pretende ocultar.

A continuación, compartimos un pequeño adelanto del inicio de la obra:

Me encuentro en el frontis de la residencia de Martín Vizcarra, ubicada en el tranquilo y residencial distrito limeño de San Isidro. Luego de un complejo proceso de convencimiento, el expresidente aceptó tener conmigo una serie de conversaciones, las mismas que luego fueron el eje central de la redacción del libro que usted, amable lector, tiene en sus manos, o en su pantalla digital. Presiono el timbre del intercomunicador y me presento ante la voz metálica que me interpela. No espero mucho y —sin duda, una acción calculada— es el propio Vizcarra quien me abre la puerta.

El también exgobernador de Moquegua viste pantalón negro, una camisa blanca de mangas largas, y unos zapatos oscuros de un color indescifrable. Me saluda y no deja de sonreír. Parece que siempre estuviese encendido en modo candidato. Es un político profesional. El rosario de denuncias que se agolpan contra él en la Fiscalía —algunas de ellas con eventuales penas gravísimas— parecen no hacerle mella. Me acompaña a su sala y me invita a sentarme. Ante mi vista, aparece la mesa del centro que tiene una base de madera y un tablero de vidrio. Sin embargo, lo que llama la atención es el lagarto de cerámica que descansa sobre ella. Vizcarra me descubre mirando al animal de artificio y lanza una carcajada contenida. Se agacha, le acaricia el lomo al reptil y luego me mira satisfecho. “Mis mejores publicistas han sido mis críticos”, me dice. Y no le falta razón.

—Me esperas, por favor, estoy por grabar el tiktok de esta semana.

Le pregunto si puedo ver la grabación y asienta con la cabeza. Camino detrás de él a través de un pasadizo que desemboca en una pequeña oficina. “Este es mi búnker”, dice, risueño. Me sorprendo al encontrar en el lugar una suerte de estudio. Una chica y un chico, ambos jóvenes veinteañeros, lo esperan para iniciar la grabación.

El chico se coloca detrás del celular para ver si el encuadre es el adecuado. La chica le dice a Vizcarra dónde debe pararse y repasa con él las palabras que este va a decir. Luego, le entrega un Yorkshire terrier, o una mascota de apariencia muy parecida, —¡qué culpa tiene este animalito!—, y le vuelve a recordar al expresidente que debe estar lo más fresco posible, que es como pedirle a un pez que se mantenga húmedo. Pone una canción de cumbia, regula el volumen, le hace una señal al muchacho detrás del smartphone y este cinematográficamente dice: ¡Acción!. El expresidente sonríe —¡qué novedad!—, mientras acaricia al animal. “Hola, ¿cómo están?” —dice mirando a la pequeña cámara del celular—, “yo estoy aquí tranquilo en mi casa, con Morita, escuchando las canciones del Grupo 5″. Eso es todo. El video no dura ni 15 segundos, pero pronto será lanzado al ciberespacio (la cuenta de TikTok del expresidente tiene poco más de 600 mil seguidores y en ella se describe a sí mismo como: “Ingeniero civil, padre de familia y un peruano como tú”. Podría haber agregado: “Vacunado a escondidas, acusado de recibir coimas e inhabilitado a ejercer cargo público hasta 2031″).

De regreso a la sala, Vizcarra y yo nos hundimos en la comodidad de los sillones. Sin que le pregunte nada, me dice que las redes sociales son el futuro. En seguida, se corrige, “mejor dicho, son el presente”. Entonces, lamento no haberle hecho algunas preguntas a los jóvenes antes de que se fueran de la residencia. Estoy seguro de que no conocen las acusaciones contra su tiktoker favorito.

Antes de lanzar la primera pregunta, hago un repaso mental de los temas que no puedo eludir y que, a su vez, debo intentar que él no eluda, a saber: las presuntas coimas como gobernador, las negociaciones con el fujimorismo siendo vicepresidente, el escándalo de Richard Swing, el caso del “vacunagate”, el asunto del “osito fiu fiu”, y otros que tengo debidamente apuntados en mi ayuda-memoria. Sé que, palabras más, palabras menos, muchas de sus respuestas girarán en torno al consabido y manido asunto de la “venganza política”. Sin embargo, no hay peor entrevista que la que no se hace. Decido empezar con las tintas cargadas y le pregunto, sin bajarle la mirada, si piensa que su legado ya ha sido manchado para siempre por las denuncias en su contra.

Antes de contestarme, Vizcarra cambia de rostro, de postura, y aunque esto no es posible, diría que cambia hasta de piel. Su sonrisa pierde fuerza y, por primera vez, parece incómodo. En seguida, se recompone, endereza la postura y recupera la risa publicitaria.

—Mi legado recién empieza —dice satisfecho, como quien acaba de acuñar alguna frase memorable.

Hasta aquí el adelanto del libro. Según información de la editorial, Entrevista con el lagarto ya puede encontrarse en las librerías más conocidas del país y también, en su versión digital, en el ciberespacio. Desde este humilde rincón, y sin interés alguno, recomendamos con entusiasmo su lectura. Lee Oh, además de un retrato poliédrico, logra dar luces sobre las zonas más ocultas del personaje. Vizcarra es un político taimado e indolente que nos gobernó y que —es un spoiler inocuo— intentará hacerlo otra vez. Que no pueda salir de Lima sin permiso judicial no nos garantiza nada. Tampoco un eventual arresto domiciliario. Como bien dice el autor, “el lagarto moqueguano es una especie que, aun en cautiverio, sigue siendo peligroso”.

*El texto es ficticio; por tanto, nada corresponde a la realidad: ni los personajes, ni las situaciones, ni los diálogos, ni quizá el autor. Sin embargo, si usted encuentra en él algún parecido con hechos reales, ¡qué le vamos a hacer!

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