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Redacción PERÚ21

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Gianfranco Castagnola,Al.Mercadogcastagnola@peru21.com

La pretendida adquisición por parte del Estado de los activos de Repsol violaba dos principios de la economía (y del sentido común). Primero: para cada objetivo que se persigue, hay que buscar el instrumento más adecuado. No existe ningún caso en el cual la creación de una empresa pública sea el mejor instrumento. Por eso, ningún país sensato crea empresas estatales (si Chile descubriera recién su riqueza cuprífera, no crearía Codelco para explotarla). La mayoría ha aplicado exitosos programas de privatización y se han quedado con algunas por restricciones políticas. Y en hidrocarburos, en la región predominan las malas experiencias (Pemex, PDVSA, YPF y la propia chilena ENAP, que en 2012 perdió US$319 millones). Segundo: todo recurso tiene un costo de oportunidad. La aventura de Repsol le habría costado al país más de US$1,200 millones (en adición a los US$3,500 millones de Petroperú para modernizarse). Toda una excentricidad para un país con tantas necesidades como el Perú.