"Sin duda alguna, los temas de seguridad ciudadana, corrupción y empleo serán determinantes, pero con inmensa desconfianza a todo lo que se proponga. Pero las predicciones en el Perú son una apuesta de alto riesgo".
"Sin duda alguna, los temas de seguridad ciudadana, corrupción y empleo serán determinantes, pero con inmensa desconfianza a todo lo que se proponga. Pero las predicciones en el Perú son una apuesta de alto riesgo".

Una amiga me preguntó si tenía ideas ordenadas sobre las próximas elecciones, le contesté que solo tenía miedo. Como ella me retrucó ¡pavor! Me propuse al menos esquematizar preguntas y reflexiones, a pesar de lo absurdo que es intentar predecir algo sobre el Perú.

Sobre la fecha, todavía creo que es un albur. Al ritmo de errores que cometen la presidenta y el primer ministro, podría ser demasiada carga para el Congreso mantenerlos hasta 2026. Julio 2025 o la convocatoria a elecciones, lo que ocurra primero, podría gatillar la guillotina. No hay político que no sea un poco veleta. En todo el mundo, es parte del juego alinearse con los vientos que soplen, más aún cerca a elecciones. En algún momento, tanto Fuerza Popular como APP van a preferir no arriesgar votos futuros y podrían animarse a la vacancia, y el acumulado de errores de la presidenta terminar de inclinar la balanza.

El fujimorismo está deteniendo el proyecto para que sentenciados por delitos graves no puedan postular, aun después de haber sido liberados. Se deduce claramente que apuestan al juego de los dos cucos y el mal menor. Una segunda vuelta de ruleta rusa entre Keiko y Antauro, poniendo al país al borde del abismo, no se puede descartar.

El antifujimorismo ha sido una de las fuerzas determinantes de la historia política de este siglo, y el antikeikismo es aún mayor, pues agrega a quienes consideran que el comportamiento personal de Keiko Fujimori con su padre y su hermano ha sido desleal. No se trata aquí de convicciones políticas, consideraciones sobre derechos humanos o corrupción, es un tema de entraña. Es de suponer que nadie del entorno de Keiko Fujimori va a confrontarla con ese problema, porque la prefieren de locomotora para llegar al Congreso, más precisamente al Senado todopoderoso que tendremos en el próximo gobierno. Ser senadora le convendría más y si algo ha aprendido el fujimorismo en el Congreso es a saber negociar de todo y con todos, pero ese no es el papel que parece querer tener. Además, prudencia y piconería no caben en un mismo cuerpo. No conozco a Keiko Fujimori, por lo que solo deduzco de actos y declaraciones.

Si algo debiéramos haber aprendido del triunfo y popularidad de Castillo es que el elemento identitario en el Perú de hoy funciona. El crecimiento acompañado de un Estado disfuncional e indolente con el ciudadano es innegable desde la estadística, pero no es como lo siente un sector amplio de peruanos, aun si han tenido mejoras durante este siglo. El incremento de la pobreza pospandemia y recesión podría, desde una perspectiva más analítica, atribuirse al desastre del gobierno de Pedro Castillo y la incertidumbre que generó, paralizando la inversión. Aun así, son el gobierno de Boluarte y su respaldo en el Congreso los que van a acumular todo el costo político desde ahora hasta las elecciones. Estamos en una etapa waykitóxica que solo irá creciendo.

El sector que apoyó a Castillo posiblemente migre hacia candidaturas en un espectro entre Guido Bellido y Antauro Humala. Cuántos candidatos se disputen ese bolsón determinará cómo se reparte el Congreso en sus dos cámaras, pero en la segunda vuelta sí podría darse un todo o nada, si se repite el escenario de los dos extremos.

Creo que la gente va a llegar con rabia a las próximas elecciones, por lo reiteradamente descarado que es el accionar de muchos políticos. El estado de ánimo no es un tema menor electoralmente hablando. Cualquier propuesta que no encauce de alguna manera esa rabia y frustración pierde atractivo, porque no conecta emocionalmente. Por más que al país le convenga más una opción de centro más estable que cualquier extremo, es difícil que un conglomerado que requeriría negociar entre distintas agrupaciones pueda definirse como una opción de ruptura con el statu quo, que podría desear la mayoría del electorado.

Sin duda alguna, los temas de seguridad ciudadana, corrupción y empleo serán determinantes, pero con inmensa desconfianza a todo lo que se proponga. Pero las predicciones en el Perú son una apuesta de alto riesgo.