Cuando pase la emergencia y se reorienten las prioridades en los planes de desarrollo nacional, está muy claro que salud y alimentación estarán por delante. En ambos casos, el agua es transversal.

Al término del verano, las precipitaciones han sido menores de lo esperado en buena parte del país. No obstante, nuestro reducido parque de reservorios está –en términos generales– bastante bien.

En el sur, los embalses están llenos en los sistemas de Arequipa. Pasto Grande y Aricota, más al sur, con suficiente agua para la campaña 2020 y aún llenando. En Ica, el sistema Choclococha igualmente apunta a un nivel muy elevado de agua si es que no llena por completo. Lima ya cubrió el 90% de sus reservorios.

El único problema está en Gallito Ciego y Tinajones, donde los niveles de llenado son flojos. Aún queda abril para mejorarlos. Más al norte, los embalses piuranos apuntan a llenarse.

En general estamos bien, pero podríamos tener fácilmente el doble de agua almacenada y producir muchos más alimentos si priorizamos el reservar agua a otras inversiones y gastos menos rentables.

El otro punto que debe cambiar, la estrategia nacional de aguas subterráneas: pasar de sobrerreguladores a promotores con criterio sostenible.