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Redacción PERÚ21

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Guido Lombardi,Opina.21glombardi@peru21.com

Consciente de una curia dividida, el sucesor de Pedro parece haber mantenido su decisión en reserva absoluta hasta el momento mismo de darla a conocer a los 25 cardenales presentes en el Consistorio. Palabras como coraje, grandeza, desprendimiento y humildad se han repetido con frecuencia para referirse a ella. Pero tampoco han faltado los cuestionamientos. "De la cruz no se baja", ha dicho, por ejemplo, Stanislaw Dziwisz, arzobispo de Cracovia. Y también se ha recordado la frase que pronunciara ante un periodista alemán: "Un pastor nunca huye de los lobos y deja al rebaño solo". Enfrentó, con valentía y pidiendo perdón, las acusaciones de pedofilia contra sacerdotes católicos en todo el mundo. Fue capaz de perdonar la traición de su mayordomo personal, Paolo Gabriele, quien filtró documentos secretos a la prensa. Fue el causante de que se frustrara el diálogo ecuménico con las iglesias anglicana y ortodoxa. Su rol protagónico como "guardián de la fe", impidió cualquier flexibilidad de la doctrina eclesiástica en relación a temas como el aborto, la eutanasia o el matrimonio gay. Luchó de manera incansable contra la teología de la liberación y, simultáneamente, contra los regímenes que atentan contra la libertad religiosa.

Como es inevitable, tratándose de una institución con dos mil años de historia, hay quienes perciben una conspiración, encabezada por el cardenal Narciso Berttone, tras la renuncia del papa Ratzinger y, muy pronto, aparecerán novelas y filmes tratando de develar el misterio. Quizá no haya tal y suceda simplemente que la carga con la que caminaba por las calles de Roma se hizo demasiado pesada. En todo caso, las aguas no parecen lo suficientemente tranquilas para garantizar una transición sin sobresaltos. El sucesor tendrá la enorme tarea de transformar a la Iglesia o verla languidecer.