Parafraseando la definición de diccionario, el civismo es cumplir con nuestros deberes ciudadanos, contribuyendo al funcionamiento correcto de la sociedad y al bienestar de los demás. En otras palabras, si todos se comportaran como yo, ¿a mi comunidad, le iría mejor o peor?
Bajo ese lente, vacunarse es un acto cívico. Es señal de nuestros tiempos tener que aclarar que la última frase no es una opinión, es un hecho. Luego de casi dos años de pandemia, hay más que suficiente data, de cada rincón del planeta, para afirmar que las comunidades más vacunadas son las que mejor han enfrentado al virus en todos los frentes: en salud, economía y socialmente.
Se que para algunos es un tema delicado y no hay estudio, ni estadística, ni anécdota que sirva para que cambien de parecer. Hoy en día, cada uno puede curar su dieta de información para validar lo que ya cree (hace unos meses escribí sobre este diálogo de sordos). Pero si vemos los números de manera fría y objetiva, estos pueden orientar nuestro comportamiento de manera clara.
En el Perú, estos números señalan hacia una nueva ola de contagios. Nos agarra a todos cansados, ansiosos de volver a la normalidad y con un gobierno sin la capacidad ni voluntad de ejecutar medidas sensatas.
Solo nos queda actuar de manera cívica. Eso implica vacunarse o reforzar nuestras defensas con una tercera dosis, seguir usando mascarilla, proteger a los más vulnerables y aislarnos si es que presentamos algún síntoma, pues con las nuevas variantes las pruebas ya no son tan confiables.
Ahora, también es civismo pensar en nuestra salud mental y en el bienestar de amigos, familia y negocios locales. Así que no es viable ni razonable volver al encierro, pero si es nuestro deber ciudadano actuar con prudencia, sentido común y empatía colectiva.
Lea mañana a: Javier Alonso de Belaunde