(GEC)
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El informe que difundimos el martes sobre la tragedia de Kuélap debería servir a las autoridades del país para despertar del letargo y emprender acciones concretas de preservación de nuestro patrimonio cultural, especialmente aquellos monumentos arqueológicos que se encuentran en lugares donde las condiciones climáticas pueden llegar a ser extremas.

En zonas tan lluviosas como las del nororiente peruano, por ejemplo, los cuidados tendrían que haber sido constantes y la atención de las autoridades del Estado, permanente. Es una auténtica vergüenza lo que el extitular de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Amazonas, Peter Lerche, contó a nuestros periodistas: “Desde 2019 hemos enviado 34 informes acerca de diferentes sectores que están en vulnerabilidad en Kuélap”. Informes a los que el Ministerio de Cultura jamás prestó atención, salvo la comisión de técnicos que se formó en 2021 y, tras visitar el sitio, corroboró el alto riesgo que corrían ciertos tramos de las estructuras de la fortaleza.

Se iniciaron entonces algunos trámites con expertos europeos para iniciar los trabajos de preservación, pero todo quedó en el aire luego de los sucesivos cambios de ministros en el sector. Un informe de la Contraloría de 2020 dio cuenta, asimismo, de áreas al borde del “precolapso y colapso” en el monumento arqueológico.

¿Qué otro argumento necesitaban las autoridades para entrar en acción? ¿Esperar a que se cayera un muro completo, como ha ocurrido? Resulta incomprensible semejante inacción e indolencia.

Asegurar la conservación de nuestros vestigios prehispánicos es también asegurar el turismo, el empleo y el respeto a la memoria del país. Lo que ha sucedido en Kuélap debería movilizar de inmediato al Ministerio de Cultura para que empiece a gestionar y concretar los anuncios que de manera grandilocuente hacen los ministros cuando las desgracias llegan y son ya casi irreversibles.

Y, desde luego, para que el gobierno asuma la recuperación y protección de este valioso patrimonio arqueológico como una política de Estado, como ocurrió en Francia cuando se incendió Notre Dame. Exigimos que las comisiones que se han formado y los anuncios pomposos sobre el tema no se vuelvan a quedar en promesas o en meros trámites burocráticos.

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