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Redacción PERÚ21

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Juan José Garrido,La opinión del directorHace una semana, el congresista Daniel Abugattás tildó de "ratas" a los parlamentarios que, pocos días antes, habían renunciado a su partido. En su catarsis, Abugattás dijo: "Es tradicional que en el cuarto año las ratas abandonan los barcos".

Ante la indignación de muchos –y la solicitud de disculpas de otros– el congresista nacionalista optó por reinterpretarse a sí mismo, desviando la culpa de las palabras en la "distorsión" que los medios habrían hecho de ellas. "Tendrías que preguntarles (si se disculparán) a los que han distorsionado la información. No me he referido absolutamente a nadie", sostuvo ayer.

No hay que ser ni muy listos ni muy lerdos para entender lo que sucede y para comerse el cuento. El problema con el congresista Abugattás es muy simple, tan simple que es el principal problema de la mayoría de congresistas, oficialistas y no oficialistas: saben que son intocables, que pueden salirse de cualquier yerro y –algunos– de cualquier delito.

¿Llamó "ratas" a los disidentes? ¡Por supuesto! ¿Le trató de echar la culpa a la prensa de la "tergiversación"? También. ¿Y? Pues nada, queda allí. El congresista no solo se ha hecho fama por bravucón y lenguaraz, sino que amenaza con seguir en dicha ruta. "Si pretenden que deje de ser franco y honesto, se equivocaron", sentenció ayer mientras recargaba la colt que lleva en la boca. A eso le llama franqueza, honradez.

Abugattás, por si acaso, no es el bicho raro de la política local. Ahí están Cacha y Pinguita para demostrar que somos una fuente inacabable en la producción de estos políticos y que el legado continuará. Nos sorprendemos cuando la agresión es física o verbal, pero decimos poco cuando la agresión es de valores, de principios, de conducta.

¿Cómo hacer para desbanalizar nuestra política? La respuesta sencilla es cambiando el sistema que los lleva al poder. Pero todos sabemos que eso no pasará, no al menos en el corto plazo, porque depende de ellos, de los lenguaraces, bravucones y vivos. Estamos secuestrados, si lo piensan bien, por ese perfil.