(Disney)
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Siempre ha ocurrido en la historia del cine que surgen películas que polarizan a la crítica de manera radical. Luego de su estreno se arman dos bandos que tratan de defender o destruir la cinta. Por lo general, la crítica y la audiencia logran un consenso para determinar si una película es buena o no, pero cuando estos casos anormales aparecen, rompen todas las teorías de apreciación cinematográfica. Lo que parecía tener un sustento objetivo y técnico queda destrozado por la subjetividad y la idiosincrasia de cada persona.

Sin irnos tan lejos, un gran ejemplo de una película que logra más polarización popular que la pizza hawaiana es el Episodio VIII de Star Wars: Los últimos Jedi. Personalmente, yo la detesté. La odié tanto que solo la he visto dos veces y, para un fan de La Guerra de las Galaxias, eso es señal de desprecio. Pero luego de casi tres años, he tratado de ser más racional y menos visceral a la hora de analizar mis gustos y recojo algunas conclusiones.

La primera es que nuestra primera impresión suele ser inmadura y egocéntrica. Cuando una película no nos gusta, lo tomamos personal. Creemos que el director debió ser más sensible con nuestros gustos y hacer una obra que calce exactamente con lo que queríamos o esperábamos.

La segunda es que la opinión siempre está ligada a la pertenencia. Si bien tenemos la libertad de tener nuestros gustos, no podemos evitar el deseo de pertenecer a un grupo u otro. Esta pertenencia forja nuestra identidad. Sucede algo semejante con nuestros gustos. Solemos seguir las tendencias populares. Basta que un líder de opinión proclame al inicio su gusto o disgusto por algo e inmediatamente será seguido por la masa como una bola de nieve.

El punto tres está relacionado con el orgullo. Somos una sociedad donde asumir un error es señal de debilidad en vez de crecimiento, y cambiar de opinión es aceptar que alguien cambió nuestro parecer. Preferimos morir en nuestra ley y no estamos dispuestos a cambiar nuestra manera de pensar.

Sería ideal que estas percepciones solo ocurran en una galaxia muy muy lejana, pero lamentablemente ocurren todos los días con asuntos de mucho mayor importancia. Igual sigo detestando el Episodio VIII, pero me ha ayudado con este ejercicio de introspección crítica. Qué lindo cómo el análisis de la fantasía nos puede dar tanta perspectiva sobre la realidad.

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