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Redacción PERÚ21

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Guido Lombardi,Opina.21glombardi@peru21.com

Aunque con esa grafía la palabra no tiene ningún significado en nuestro idioma, existen con ese nombre una marca de ropa deportiva, una diseñadora de joyas, una radioemisora, una clínica dental y hasta una cadena de peluquerías. Ahora, al ministro de Justicia se le ha ocurrido la extravagante idea de convertir al velero (de 17 metros de eslora) en museo anticorrupción.

La ocurrencia de Daniel Figallo es casi infantil y quizá se origina en la fascinación que le causaron los accesorios "perversamente banales" que encontró en la embarcación: artefactos para fabricar hielo, muebles diseñados para contener licores y un sofisticado mecanismo para desalinizar el agua de mar. Esa es, digamos, la explicación benévola. La perversa sería suponer que el asesor jurídico del gobierno cree que una pequeña embarcación de recreo de cuatro ambientes (una sala que puede albergar hasta diez personas, dormitorio, cocina y baño), puede contener la memoria de la corrupción peruana.

El ministro tendría que revisar La historia de la corrupción en el Perú, el libro póstumo de Alfonso Quiroz editado recientemente por el Instituto de Estudios Peruanos para reparar en que la corrupción es un fenómeno que ha afectado a nuestro país a todo lo largo de su historia y que involucra a personajes tan venerados como Ramón Castilla. Si no hay la paciencia necesaria para esperar que pase a manos de la justicia alguna residencia de Las Casuarinas, quizá se pueda utilizar para fines museográficos y ejemplarizadores la "casita" de playa de Montesinos, más extensa y también con accesorios "perversamente banales". El Karisma, señor ministro, dónenlo a la Marina de Guerra que buen uso le sabrá dar en instrucción o esparcimiento de su personal.