“Ya no existen líderes que puedan mover a la masa; no hay líder que convoque y tampoco ciudadanía interesada en ser convocada”, afirma Yamamoto.
“Ya no existen líderes que puedan mover a la masa; no hay líder que convoque y tampoco ciudadanía interesada en ser convocada”, afirma Yamamoto.

Lo que se anunciaba como una gran convocatoria de tres días de marchas en rechazo al gobierno de y en respaldo a Pedro Castillo terminó siendo un conglomerado de demandas dispersas sin ningún efecto político. En esta entrevista, el psicólogo social Jorge Yamamoto advierte la falta de liderazgo en estas manifestaciones, pero también alerta sobre el riesgo de que esta situación derive en propuestas electorales radicales y producto del resentimiento ciudadano.

Se anunciaron marchas para reclamar la convocatoria a una Asamblea Constituyente, la liberación de Pedro Castillo, la renuncia de la presidenta, pero no fueron esos temas los que se reivindicaron en el primer día de las manifestaciones. ¿Cuál es su opinión al respecto?

En primer lugar, nos ha venido sorprendiendo cómo frente a acontecimientos escandalosos que han ocurrido en los meses previos la población no salía a marchar, y una hipótesis era que el Perú trata de mantenerse al margen de las cosas a menos que haya un liderazgo y una organización que esté detrás de las marchas (…). Lo que hemos visto el jueves es una evidencia a favor de la hipótesis de que hay una organización detrás de ellos que tocaba claramente los temas que se dieron hace un año, pero falta explicar por qué salieron otros temas; es probable que la organización ya se haya debilitado, que su financiamiento sea más débil; entonces ya no hay una coordinación de los reclamos.

Según fuentes de Perú21, los organizadores se habrían visto presionados por otros sectores para incluir en la agenda, a cambio de apoyo, temas que no tenían relación con lo que ellos propugnaban. ¿Eso evidencia falta de convicción respecto de sus demandas?

Sí. Si bien ha habido un liderazgo en el sentido amplio de que ha habido un grupo organizado que ha promovido la marcha, no ha habido liderazgo para saber leer las preocupaciones de la población y canalizarlas a través de marchas u otras actividades.

Se vio gente en Ayacucho, por ejemplo, que reclamaba por el Estado de Palestina o reivindicaciones laborales. ¿Eso debilita el objetivo final de la marcha?

En procesos de comunicación social y de influencia social, menos es más, mientras más único y claro sea el mensaje, es más fácil generar un resultado. Entonces, esto definitivamente ha debilitado el efecto, pero, viéndolo desde otro punto, es muy típico del comportamiento del peruano, que, en vez de tener la claridad de encontrar cuáles son los pocos puntos centrales que nos unen y las formas correctas de sacarlos adelante –salud, educación, empleo—, cognitivamente no está preparado para ver el punto común.

Todos podemos estar indignados por diferentes temas, pero no todos se animan a salir a las calles a protestar. ¿Hay un perfil de la persona que sale a marchar?

Se ha avanzado mucho, pero todavía no se tiene un perfil muy claro, (…) pero podemos detectar el perfil polarizado, es decir, aquella persona que tira para acá o para allá, pero que tiene ya una convicción y no va a ser convencida; ese es un primer subperfil que luego se divide en dos: el pasivo, aquel que expresa sus ideas con pasión o con poca pasión en la reunión familiar o en sus redes sociales, y el activo, que por lo menos sale a tocar ollas en determinada hora o participa en las marchas. Dentro de estos, a su vez, tenemos al que marcha de manera pacífica y a los violentos, y dentro de los violentos, los mercenarios, que son personas a las que no les interesa la ideología y a las que les están pagando, y a los que sí tienen una mayor convicción ideológica (…). La protesta es un fenómeno psicológico masivo muy complejo y, como tal, hay que entenderlo y canalizarlo.

Recordamos las manifestaciones políticas de años atrás en que podíamos reconocer fácilmente a los convocantes; ahora todo es muy disperso.

Exactamente, lo que vemos es una profunda crisis de liderazgo político. Décadas atrás podíamos estar en desacuerdo con algunos líderes políticos, pero eran reconocidos como tales y tenían un discurso estructurado que más o menos sintonizaba con las necesidades de una parte de la población; podíamos escuchar un Congreso en donde había un diálogo relativamente inteligente, alturado, o en el que por lo menos hacían la finta de que no eran unos delincuentes interesados. Eso se ha deteriorado y ahora ya no existen esos líderes que puedan mover a la masa; (…) no hay líder que convoque y tampoco hay ciudadanía interesada en ser convocada.

¿Esta crisis de liderazgo se va a evidenciar en las elecciones generales?

El polvorín está con las puertas abiertas y con los cilindros de pólvora abiertos; lo que falta es la mecha. Esperemos que no aparezca una que capture ese resentimiento y esas soluciones radicales que enamoran, pero que al final terminan siendo remedios peores que la enfermedad, y que también se dé la oportunidad de que un grupo de peruanos competentes y honestos se sacrifiquen por el país, se unan y pongan una propuesta a través de una comunicación clara, de una visión inteligente de lo que necesitamos todos los peruanos, que hagan un plan razonable y que termine ocurriendo el milagro que todos esperamos.