La Presidencia y el Congreso hoy muestran a los ciudadanos abuso de poder y falta de transparencia, y eso no va a cambiar pronto.
La Presidencia y el Congreso hoy muestran a los ciudadanos abuso de poder y falta de transparencia, y eso no va a cambiar pronto.

El Congreso y la presidenta Boluarte se han ganado, a pulso, niveles de aprobación que son peligrosos para la democracia, ya debilitada desde hace años, por no dar resultados a problemas concretos de los peruanos. La falta de representación que sienten la mayoría de conciudadanos difícilmente se explica por temas de reforma electoral, sino por funcionamiento del Estado para sus necesidades diarias. El Estado, para muchos peruanos, o está ausente —como en la mayoría de zonas rurales y las nuevas invasiones en las urbes—; o falla por mala atención —como en seguridad ciudadana, salud, o estado de los colegios—; o friega con trámites absurdos —como exigencias municipales sin sentido a pequeños empresarios—; o exige coima —como lo hacían Vladimir Cerrón y Perú Libre para sacar brevete en Junín—. Ese Estado caótico, carcomido por la corrupción de distintos orígenes y de todos los pelajes, es el que tiene que mejorar para que el ciudadano se sienta mejor representado. De eso, hasta ahora, no tenemos ni una sola propuesta de cómo lograrlo. Y sí existen maneras, gracias a la tecnología, de dar saltos muy importantes en cuanto a transparencia, rendición de cuentas y mejor trato al ciudadano, pero que no van a venir del Gobierno ni del Congreso, son la sociedad civil y el sector privado los que se tienen que organizar para exigir qué cambios debe introducir el Estado. Pensar que eso lo van a hacer los políticos o los funcionarios es tener adicción por el autoengaño.

En un año todos los locales en que se prestan servicios a los ciudadanos podrían estar en Google Maps, con una ficha disponible con información y fotografías del estado en que se encuentran, y con posibilidad de que los usuarios dejen sus opiniones y califiquen con estrellitas el trato recibido. Si se puede hacer con restaurantes, se puede hacer con establecimientos de salud, colegios, comisarías, juzgados, municipalidades, etcétera. Todo servidor público, no importa cuál sea su modalidad de contratación, podría estar obligado a llevar en un lugar visible en su ropa un carnet con código QR y a que cada ciudadano que atienda lo evalúe. Eso podría alimentar su foja de servicios. La inteligencia artificial podría resumir los expedientes de distinto tipo, plagados de palabreo innecesario, para resumir lo fundamental, y así como estos ejemplos, mil otros más. La telemedicina por celular permitiría ampliar servicios y haría que la posibilidad de tener medicina preventiva y médicos de cabecera no sea una quimera.

Es ese tipo de cambios en el funcionamiento del Estado el que hará que la gente se pueda volver a enganchar con relevancia de la política (a un ciudadano le importa lo que en inglés se llama policy, no politics). Tienen toda la razón y el derecho de no interesarse en nada, si lo que ganan enterándose es mal humor y gastritis; Los Chistosos debería ser reconocido como patrimonio de cultural de la nación, es la única manera de sobrevivirla. Las reformas políticas podrán servir, pero a mediano plazo. Los cambios en las reglas de juego formales demoran en lograr resultados, si es que los llegan a lograr y no se tuercen en sus objetivos por elementos culturales que ya están afianzados. La bicameralidad, siendo buena en principio, no va a servir de mucho si es que no hay filtros en los partidos políticos para tener mejores candidatos al Congreso, y el financiamiento a partidos políticos de mafias ilegales sigue llegando, mientras el sector privado formal no puede financiar y el financiamiento público se lo revientan como les viene en gana.

La Presidencia y el Congreso hoy muestran a los ciudadanos abuso de poder y falta de transparencia, y eso no va a cambiar pronto. No podemos esperar a ver qué propuestas traen los candidatos, hay que organizarse para ver qué les exigimos. Una ciudadanía informada es más necesaria que nunca.