Vista general de la carretera Arequipa-Puno bloqueada por piedras y escombros por las protestas en Arequipa. EFE/ José Sotomayor
Vista general de la carretera Arequipa-Puno bloqueada por piedras y escombros por las protestas en Arequipa. EFE/ José Sotomayor

es psicólogo social y, en esta entrevista, analiza los componentes de las del país y el reto que representa para la sociedad civil mantener la paz.


¿Qué síntomas tienen estas protestas?

El síntoma es un tema que se venía arrastrando desde hace varios meses; la insatisfacción de la población. Muchos analizaban que era poco lógico que, con tanta corrupción, el pueblo no se levante y una de las hipótesis era que faltaba el detonante; el grupo que active esa posición para que la gente salga a las calles. El problema es que aquí se mezcla una motivación lícita y una motivación perversa. Entonces, se ha identificado a través de los noticieros que, por un lado, hay exterroristas, la minería ilegal y el narcotráfico. Ahí hay un financiamiento para pagar a aquellos que, a punta de lanza, estén destinados a hacer los desmanes, los más avezados y los que disfruten de cometer excesos. Este grupo será financiado e irá a la población para tocar esos elementos de insatisfacción, cosas que ya existen en el resentimiento en diferentes partes de la población y eso generará una intención de acción.


Jorge Yamamoto


¿Las muertes han hecho que esta situación se agudice?

Cuando se dan los fallecidos que se convierten en héroes de la causa, se valida todo lo que se les estaba tratando de convencer. Valida la ira y la aumenta en las personas que se estaban manifestando y en los que aún no estaban convencidos. Eso genera una tremenda escalada.

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¿Cómo contrarrestar lo que se está produciendo?

Tratar de resolver esto con diálogo es una ingenuidad porque la idea no es que quien está marchando está insatisfecho con algo y conversando se le vaya a satisfacer, sino que hay todo un plan orquestado que no ha comenzado ahora, sino que viene de mucho tiempo atrás con intereses específicos. Tampoco se puede con balas. Hay un tema psicológico, de operaciones psicológicas, de persuasión, de mezcla de realidad con el engaño, de generar resentimiento o capitalizarlo y gestionar la ira de las personas para que salgan a manifestarse. Ahí se debe atacar con una estrategia de contraoperaciones psicológicas. Pero, a la par, satisfacer las necesidades de la población, pero sin engaños.


¿Cuáles serían las primeras medidas de esa estrategia?

Que los institutos armados que estén entrenados en este tipo de estrategias técnicas intervengan.


¿Qué otras autoridades o instituciones tendrían que acompañar esta estrategia?

En el mundo ideal: la sociedad civil y el empresariado podrían participar, pero la sociedad civil critica mucho en redes, pero nada más. Mientras no tomen un papel activo, habrá una distancia. Al empresariado peruano, salvo muy honrosas excepciones, solo le interesa su propio beneficio y, cuando se buscan causas comunes, no hay una capacidad de acciones gremiales, como lo que ocurre en Chile, Corea del Sur y el Japón.


¿Hacia dónde vamos?

Con una sociedad en caos, el narcotráfico va a ir progresando y va a ir insertándose en el ámbito político, de tal manera que vamos a tener una sociedad en el papel democrática, pero en la práctica con una suerte de alianza de organizaciones criminales que toman el poder. Sin embargo, no debemos perder la esperanza; lo que nos queda es que un grupo de personas honestas y competentes, que no sean los partidos políticos tradicionales, se involucren y se sacrifiquen para llegar a la paz.


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