(Jaime Cabrera Junco)
(Jaime Cabrera Junco)

Redacción PERÚ21

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Cuando elaboramos una portada, generalmente los diseñadores tenemos que equilibrar dos fuerzas que a veces se contradicen: ser la expresión de lo que el autor quiere comunicar y, a la vez, ser el punto de atracción visual de un producto.

Diseñar una portada es darle imagen a un concepto, a una idea, a una historia, por lo que los criterios que sigo, por mi experiencia, son más subjetivos y flexibles que en el diseño de otras piezas gráficas.

En primer lugar, e independientemente de que su obra logre o no su objetivo, la portada debe expresar la intención del autor. Para ello converso con él o recibo de la editorial un brief donde se consigna una descripcion global del tema. Es interesante conocer detalles sobre cómo se escribió una novela, pero es más útil saber qué pensaba el autor mientras la redactaba (y sufría).

En segundo lugar, hay que ser cómplice de las intenciones del editor. Es válido cuestionar los rígidos procesos de márketing cuando se siente que la portada dispara hacia donde el autor no apuntaba, pero también lo es que la editorial se convierta en una especie de 'curador' encargado de guiar y posicionar un libro en el mercado donde se encuentran sus potenciales lectores.

Por último, se debe escojer el lenguaje adecuado. Para ello tenemos varios recursos: la tipografía, la ilustración, la fotografía, que son expresiones artísticas puestas al servicio del diseño y la comunicación. Aquí se debe llegar al objetivo central: seducir los ojos del lector.

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