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Redacción PERÚ21

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Guido Lombardi,Opina.21glombardi@peru21.com

Cuando eso sucede, el grupo humano que se abastece de los recursos de ese entorno, ahora destruido para siempre, desaparece, sucumbe, colapsa. Por ventura, hasta el presente la capacidad perturbadora de nuestra especie ha sido limitada y, por eso, todavía tenemos una oportunidad. Diamond sostiene que algunas sociedades situadas en entornos más robustos pudieron percibir a tiempo que, en caso de mantener un tipo de economía cuyo objetivo era maximizar beneficios en detrimento de la sostenibilidad ambiental, se encaminaban al desastre. Analizando las sociedades que desaparecieron (con algunas historias trágicas como la de los mayas o la de los anasazi), la pregunta pasa a ser si podremos evitar desastres parecidos en el futuro. Por cierto, hay buenos ejemplos: procesos aleccionadores de culturas que han sabido reaccionar con éxito a enormes desafíos ambientales, como Islandia y Japón.

Se trata entonces de enmendar el rumbo, y eso solo parece posible de dos modos: imponiendo instituciones desde la población común hacia los gobernantes o, a la inversa, cuando son los propios gobernantes los que imponen una política ecológica al pueblo.

En relación a Conga, las condiciones están dadas para que la fórmula final sea el resultado intermedio (¿el justo medio?) entre los reclamos de la población cajamarquina y la decisión gubernamental.

Trabajar para hacer compatibles el crecimiento económico y la preservación ecológica tiene, además de la ventaja de volver la vida más agradable, la posibilidad de servir de ejemplo sobre cómo debemos actuar en proyectos futuros.