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Redacción PERÚ21

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Mónica Delta,Opina.21mdelta@peru21.com

Lo que impresiona es la naturalidad con la que la familia del mandatario le reduce el ámbito de responsabilidad a Ollanta, centrándolo en lo que resulta 'conveniente' para sus hermanos de sangre. Al resto de peruanos, que se los coma el tigre. Desde el punto de vista de Don Isaac y su prole, los privilegios de los que goza un sentenciado como Antauro, por el hecho de ser hermano del jefe de Estado, se explican por sí solos. Es más, ha dicho que Antauro "es político, tiene peso y necesita comunicarse". Así que, a callar, pues el iPhone y la Internet en la celda son más que indispensables para coordinar los pedidos regionales, sociales y empresariales. Desde el domingo, todo lo que se ha dicho sobre el traslado y comodidades de Antauro se parece mucho a una comedia de situaciones y, claro, en estas circunstancias es entendible que el presidente de todos los peruanos permanezca mudo, porque no hay manera de buscarle una salida verbal al entuerto, salvo que esté dispuesto a decir lo que verdaderamente representan sus consanguíneos en el Gobierno.

Antauro, que parece 'despachar como presidente' no habiendo sido elegido por nadie, pero que se siente el elegido del clan, se esmera en ridiculizar a Ollanta, recordándole permanentemente, con sus actos, que comenzaron juntos en "esto" y que no le va a ser fácil "desprenderse" de él. Tanto así que su progenitor está convencido de que el levantamiento de Locumba y el 'Andahuaylazo' "tuvieron motivaciones nobles". Puedo imaginar cómo deben haber sonado esas palabras entre los familiares de los cuatro policías asesinados en esta ultima asonada. Pero, como diría Don Isaac, "gajes de la guerra, vencer y ser vencidos". Si Ollanta no decide separar sus asuntos familiares del Gobierno, más temprano que tarde, tendrá que pagar la factura.