Foto: David Vexelman.
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Redacción PERÚ21

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Julio Bocca,BailarínAutor: Gonzalo Pajares.gpajares@peru21.com

Fue el mejor bailarín clásico del mundo. Hoy, Julio Bocca dirige el Ballet Uruguay que este 3 de julio se presenta en Lima. Tome nota del programa: "Presentaremos coreografías de Vicente Nebrada, Ana María Stekelman, Nacho Duato y "scar Araiz; de lo clásico haremos El Corsario y El lago de los cisnes. Estrenaremos una obra de Antony Tudor y otra de Martín Inthamoussú (Uruguay), cuya música se la encargué a Jorge Drexler (ganador de un Oscar).

¿Tu madre te hizo bailarín?No, fui yo (ríe). Claro, ella era profesora de danza, hizo que empezara a bailar a los cuatro años, pero desde siempre yo sabía que me gustaba divertirme, escuchar música y, sobre ella, improvisar pasos. Cuando tuve siete años le dije a mi madre que quería estudiar danza.

¿Alguna vez te cuestionaste tu vocación?No. Hubo un momento, después de ganar el Concurso Internacional de Danza de Moscú (el más importante del mundo), que me llevó a no tener vacaciones por seis años. Entones sí sentí que no me estaba divirtiendo en el escenario, que hacía las cosas porque tenía un contrato firmado. Me empecé a aburrir. Le dije a mi representante que parásemos. Me tomé un mes de vacaciones, me fui al Caribe y, a los diez días, regresé porque no sabes cuánto extrañaba la danza. Empecé a ir al psicólogo –algo muy argentino– y, con su ayuda, aprendí a decir "no" (ríe), a manejar bien mi calendario y a tener una o dos semanas de vacaciones por año.

La danza era tu vicio…**No lo sé, pero me llenaba mucho, me daba libertad. Era una forma de estar tranquilo y seguro, pues en el escenario siempre me sentí libre. Y, luego, trasladé esto a mi vida cotidiana.

¿Cómo es uno libre si tiene una coreografía que seguir, un director que obedecer?Gracias a la creatividad. Si bien hay una coreografía y una música por seguir, hay un personaje que crear. Recuerda, la danza siempre es en vivo, no se puede hacer playback. Además, trabajaba tanto que sentía que mi cuerpo podía bailar solo (ríe). Siempre decía que podía sacarme la cabeza y que mi cuerpo podría bailar sin mí, y así ponerme a disfrutar la música (ríe).

Suena bien como frase, pero no es así, ¿verdad?(Ríe). Tuve la suerte de empezar joven y, gracias a esto, pude conocer mi cuerpo más temprano, y ponerme a crear, a tener sentimientos más profundos, a explorar, a tener una visión de las cosas dada por la experiencia. Hice de joven –y muy bien– la primera parte, que es la física, luego le sumé la técnica y, finalmente, pude desarrollar la parte artística.

Y, dime, ¿has podido controlar tu vida?No, sería aburrido (risas).

Es muy argentino sentirse el mejor del mundo…Pero yo nunca me sentí el mejor, solo me sentía feliz. Claro, cuando gané el concurso en Rusia, sí (risas). Yo venía de Munro, de una familia de clase media-baja y, de golpe, yo estaba en un escenario que solo había visto por TV. La prensa se interesó en mí por el premio, porque ya sabemos que la cultura y la danza no son apreciadas, al menos por la prensa.

Sin embargo, has logrado ser una figura popular…Trabajé para eso. Una de las primeras cosas que me dije fue: "Quiero llevar el ballet a una cancha de fútbol". He bailado en la cancha de Boca, de River y mi última función fue para 300 mil personas.

¿Dónde te sentías mejor: en el Teatro Bolshoi o con esas 300 mil personas?Son sensaciones diferentes, pero ambas con muchas satisfacciones. En realidad, mi satisfacción siempre fue estar en el escenario, sin importar que me viese una persona o 300 mil. Yo no bailaba para el público, bailaba para mí. Mi carrera la hice por mí, elegí la danza por mí, porque me sentía bien. Igual, agradezco el cariño de la gente.

¿No tienes una preocupación por el otro? ¡Pero si llevaste la danza al estadio de River!(Ríe). Hay un respeto, y eso lo demostré haciendo siempre espectáculos de calidad, pero mi carrera no la hice para ser famoso: siempre hice arte, la fama fue una consecuencia de mi trabajo. Si tú no disfrutas lo que estás haciendo, el público tampoco lo hará. En el escenario se te olvida todo. Yo tengo siete operaciones en las piernas, más otras en las costillas, en los dedos… digamos que mi cuerpo lo he usado muy bien (ríe), pero en el escenario, por la adrenalina, nunca sufrí.

¿Y la danza contemporánea?Al inicio decía que la danza clásica era la base de todo y que lo contemporáneo cualquiera lo podía bailar. Pero los clásicos son siete, ocho, nada más, entonces, como artista me puse a buscar cosas nuevas, empecé otras exploraciones. Allí me di cuenta de que la contemporánea no era un arte fácil, que la danza clásica te facilitaba las cosas, pero que eso no era suficiente. Además, siempre me ha gustado retarme, hacer lo complicado, lo difícil.

AUTOFICHA

- Me encanta el mar. Cuando tenía vacaciones subía a un barco, no hacía nada y subía diez kilos. Los bajaba muy rápido, hoy que no bailo debo cuidarme más (ríe).

- El Ballet Argentino fue maravilloso, pero no fue fácil que continuara sin mí. Lo intenté, pero no recibía apoyo económico, pues yo ya no bailaba.

- El Ballet Uruguay, que dirijo, se presenta en un auditorio nuevo de 1,800 butacas, todas con localidades agotadas. Viajamos a provincias y hacemos una gira internacional.