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Redacción PERÚ21

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Guillermo Giacosa, Opina.21Ayer citamos al astrofísico británico Stephen Hawking y a especialistas en neurociencias. Para el primero, nuestro código genético se orienta hacia el egoísmo y la agresividad. Para los segundos, el cerebro está diseñado para empatizar con el prójimo y priman la compasión y la solidaridad. Si nos atenemos a lo que informan los medios, Hawking gana por goleada. Si nos atenemos a lo que realmente ocurre, tendremos un panorama diferente.

La reacción casi universal de repulsión ante el video que muestra a unos soldados de Estados Unidos orinando sobre cadáveres afganos prueba que solo un proceso de despersonalización –como el que se practica sistemáticamente con quienes van a la guerra– permite conductas que la mayoría vive como abyectas. Quienes cometieron la afrenta fueron privados de su humanidad. Trabajaron sobre lo más sórdido de su herencia genética y obtuvieron los resultados que están en las antípodas de lo que podríamos lograr si potenciáramos lo mejor de esa herencia genética. Nuestro cerebro es una síntesis de la evolución en el universo, y cada una de nuestras células podría contar la historia entera de la creación. Lo irracional –como pasado– y lo divino –como aspiración– hacen parte del tránsito terrestre de nuestra especie. Pasado y futuro están vivos en un presente en el que nuestro destino dependerá de lo que decidamos hacer de ahora en más. Seguiremos privilegiando el éxito material por sobre otros impulsos o seremos capaces de comprender que una especie sólidamente dotada para la solidaridad puede construir una sociedad donde el desarrollo individual y el desarrollo social no se excluyan.