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Redacción PERÚ21

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Roberto Lerner, Espacio de crianzaCuando pequeños, asumimos que la manera en que se desenvuelve la vida en nuestro hogar es la normal. Determina nuestras actitudes frente a logros intelectuales, cuidado del cuerpo, celebración de fiestas, regalos, expresión de sentimientos, enfermedad, feminidad y masculinidad.

Cuando formamos pareja con una persona que viene de una tradición distinta, aparecen los conflictos.

Digamos que uno ha crecido en una familia donde cada quien tenía sus horas de comida, mientras que en la del otro todos comían a una hora determinada. Independientemente de los sentimientos que cada uno experimentó en esa época, es probable que termine tratando de imitar el estilo de su familia original y apreciando como poco eficaz el de su pareja.

La hora de comida puede convertirse en campo de batalla entre concepciones contradictorias.

Para resolver esto se pueden seguir tres pasos. Reconocer las diferencias, no como choque entre correcto e incorrecto, sino como distintas perspectivas, y hablar sobre ellas. Aceptar que cada estilo familiar es importante para la persona que se desarrolló en él y que no es un asunto de capricho; y que uno no ve las cosas así, pero que ahora –después de recibir una explicación de la forma en que el otro las aprecia– entiende que se hayan visto de esa manera en la otra familia. Finalmente, llegar a un compromiso y dejar que los hijos aporten lo suyo para brindarles un entorno seguro y un nuevo estilo, distinto al original de ambos.