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Redacción PERÚ21

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Roberto Lerner,Espacio de crianza

Alrededor de 40 estudiantes de último ciclo de ingeniería civil de diferentes regiones y universidades de nuestro país. Edad promedio: 21 años. Reunidos para un taller de motivación. Despiertos, colaboradores, asertivos, tecnológicos. En fin, miembros de la generación digital.

En una de las actividades les pido que escriban un hecho que los marcó, no en términos de sus entornos inmediatos –como la muerte de un familiar o un accidente– sino, más bien, en el nivel colectivo, nacional, mundial. De esos que ocurren entre el final de la niñez y la adolescencia. Uno puede recordar lo que estaba haciendo, con quién, dónde, cuando golpeó la conciencia, la tomó por asalto y se quedó en ella para acompañarla por el resto de la vida.

De lejos el acontecimiento más mencionado es lo que todos conocemos como las torres gemelas, el 9/11, dentro de pocos días viejo de 12 años. Sigue el terremoto de Pisco y, en tercer lugar, la toma de la embajada de Japón.Ahora que discutimos los avatares de la memoria, el informe de la CVR, el negacionismo, debemos entender los remezones –los hechos que marcan en este grupo lo son, literalmente– cuyas ondas expansivas aún resuenan en cada generación y poseen una claridad inigualable que muere con ella.

No es un asunto de dejar esos cataclismos abandonados, ni tratar de cambiarlos a la fuerza, ni imponer otros que son ajenos a la experiencia directa, ni legislar sobre la memoria. Se trata de discutir, integrar en la conciencia colectiva, sacar lecciones, luchar para no repetir, sobre todo aquellos hechos que muchos de los actualmente vivos no pueden citar como los mencionados por mis jóvenes pupilos.