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Redacción PERÚ21

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Guillermo Giacosa, Opina.21Si alguien invadiera nuestra casa y nos expulsara de ella –para luego cederla a inquilinos elegidos por ellos–, tendríamos, ante tal atropello, la certeza de que la justicia ordenaría la restitución de la propiedad a su legítimo dueño. Los invasores propondrían, como insólita estrategia de defensa, un referéndum entre los inquilinos que ellos instalaron para que sean estos quienes decidan bajo qué patrón quieren vivir.

Eso, en otra dimensión, es lo que ocurre con las Islas Malvinas. Los ingleses se posesionaron por la fuerza del archipiélago, pusieron a su gente y, ahora, quieren un referéndum entre los suyos para saber qué bandera quieren que allí flamee. En situaciones normales, eso se llama autodeterminación, y es algo que no solo no corresponde en este caso, sino que se trata de un principio que los ingleses jamás han respetado.

No contentos con tamaña arbitrariedad, y en una expresión de desvergüenza descomunal, acusan a la Argentina, primero, de "colonialista" y, luego, de querer intimidar a los habitantes de las islas. Intimidar a quienes se sienten protegidos por una potencia nuclear y acusar de colonialismo a quienes quieren recuperar su propia tierra son dos absurdos monumentales. Felizmente, los tiempos han cambiado y, si bien el Reino Unido aún se da el lujo de menospreciar las decisiones de las Naciones Unidas –que invita a las partes para que se sienten a negociar–, ya no puede lidiar, como otrora, ante el prometedor amanecer de integración regional. América Latina ha hecho de las Malvinas un tema propio, y ese es un paso que marcará un hito histórico.